
Murillo nace en Sevilla y fue uno, sino el mejor pintor del barroco en el S. XVII. Representa con gran sensibilidad las nuevas tendencias del siglo y de ahí su gran éxito. Renueva la pintura gracias a su delicadeza y finura. Murillo crea una pintura con mucha personalidad, una pintura que apacigua los sentimientos mediante la dulzura.

Además tiene gran virtud a la hora de crear composiciones, tanto comunicativas como expresivas, sin llegar a tener como modelo en el lienzo el culmen de sentimientos extremos, desarraigados, o desgarrantes como los martirios de Ribera y de Zurbarán ; es una pintura que expresa dulzura.

Murillo ya en sus orígenes destacó por buen dibujante.

Comenzó a pintar en el taller de Juan del Castillo, en su ciudad natal, donde además tuvo como compañero en el taller al granadino Alonso Cano.

Bartolomé destaca por su buen gusto en el color de sus pinturas, y por sus temas de valores sociales, por ejemplo los niños mendigos o la insalubridad de la época.

En resumen Murillo siguió el esquema de las caracteristicas de la pintura barroca española con el tenebrismo, la luminosidad desde puntos externos, colores ocres sobre fondos lisos y neutros. Aunque su éxtito surgió por la constante renovación y por la fortuna al pintar

las Purísimas y las Inmaculadas para defender lo que sería el Dogma de la Inmaculada Concepción.
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